Corría el curso
1973-74 cuando coincidieron en el Instituto
San Juan de la Cruz
para cursar Bachiller Superior
alumnos de los colegios religiosos Los
Salesianos y la SAFA. En los dos
centros imperaba el espíritu postconciliar y se impulsaban actividades como la
música o el teatro que sobre todo en la
SAFA donde los alumnos de Magisterio representaban obras en
su magnífico salón de actos.
Cuando estos muchachos se fueron conociendo y conectando en comunes
inquietudes pensaron que estaría bien representar “El Principito” de Antoine de
Saint-Exupéry, una obra que contaba a partes
iguales con crítica social y surrealismo naif. Fueron dirigidos por un profesor
de literatura del Instituto Antonio Bueno. La adaptación del pequeño cuento
a lenguaje teatral corrió a cargo de Antonio
Muñoz Molina. De la parte técnica de iluminación y sonido se encargó José Luís Cañas, profesor de
electrónica de la SAFA ,
y el resto de personal lo formaban: Antonio
Sierra, Mariano Moreno, Juan José Pineda, Jerónimo Sánchez, Francisco Javier
Rollán “Kiko”, María Blanca Rollán, Juan Martínez, Rosa Molina, Julio Barthe, Cristóbal
Medina, Asunción Torres, Vicente Miguel Ruiz, Alejandro Lara, Miguel Berlanga,
y Antonio Vico. Por supuesto
que no todos aparecieron como actores en la obra; pero todos se implicaron en
su realización; decorados, vestuario, cartelería etc. Como necesitaban que un
niño hiciera de principito, encontraron a un pequeño genio de 8 años llamado Paco Berlanga, primo de Miguel Berlanga.
Para poder actuar en público se tuvieron que inscribir como grupo amateur de teatro en el registro del Ministerio de Información y Turismo por lo que necesitaban un nombre. Encontraron el nombre en una corrala de gitanos que había en el barrio bajo de de Úbeda llamada “La casa de la alberca” donde sus inquilinos vivían en unas condiciones lamentables. Llamarse “Grupo Alberca” era una reivindicación contra la marginación y una autoafirmación andaluza y popular, al utilizar una palabra de clara raíz árabe relacionada con la actividad hortícola.
Para poder actuar en público se tuvieron que inscribir como grupo amateur de teatro en el registro del Ministerio de Información y Turismo por lo que necesitaban un nombre. Encontraron el nombre en una corrala de gitanos que había en el barrio bajo de de Úbeda llamada “La casa de la alberca” donde sus inquilinos vivían en unas condiciones lamentables. Llamarse “Grupo Alberca” era una reivindicación contra la marginación y una autoafirmación andaluza y popular, al utilizar una palabra de clara raíz árabe relacionada con la actividad hortícola.
Su base la establecieron
en el sótano de la gran casa en la calle Nueva de los hermanos Rollán, Kiko y Mari Blanca. Allí se preparaban las obras, guardaban los vestuarios
y materiales, aparte de reunirse para todo tipo de actividades, por ejemplo, Kiko Rollán cantaba acompañándose con
la guitarra canción sudamericana. Posteriormente
los ensayos se realizaban en un salón de actos antiguo en la parte baja de la SAFA.
Por aquellos años
el teatro estaba dominado por las obras comerciales e intrascendentes de
autores como Alfonso Paso y los
consabidos clásicos como “El Tenorio”
en el día de los difuntos. Como reacción, los jóvenes “progres” optaron por obras
de crítica social y nuevos lenguajes que incluían el mimo, la música y todo
tipo de experimentaciones. También cambiaron la organización económica, en
lugar de que un empresario contratara a toda la compañía, el nuevo concepto era
el “grupo de teatro” donde todos los
miembros eran una cooperativa autogestionaria, aunque contara con un director.
Así surgieron grupos por toda España como los barceloneses Els Juglars y Els comediants;
los madrileños Tábano y los
sevillanos La Cuadra. Grupos que
aparecieron a finales de los 60 y principios de los 70, de los cuales nuestros
muchachos tenían referencias, también tenían su espíritu comunal, aunque
ninguna pretensión económica.
Después del debut de
“El principito” en el salón de actos
de la SAFA , actuaron
en el salón de actos del Colegio de Peritos de Jaén y en el Instituto de Úbeda.
Para el curso 74-75
Montaron la obra “El retablo de el
flautista” del catalán Jordi
Teixidór, dirigida por los miembros del grupo asesorados por Antonio Bueno. Esta obra está basada en
el cuento infantil “El flautista de
Hamelin” donde los habitantes de Pimburgo sufren la consabida invasión de
ratas, pero que solo atacan a los más desfavorecidos y el autor aprovecha para
instruir a los ciudadanos a rebelarse ante situaciones injustas. En esta obra
si pueden participar todos, pues tiene gran riqueza de personajes. También la
estrenaron en la SAFA
y la llevaron a la Casa
de la Cultura
de Jodar.
El dinamismo de la obra hizo que se adaptara
bien a teatro de calle, tipo “Els
Comediant” así que improvisaron un pasacalles con las escenas de “El retablo” en la vecina aldea de El
Mármol, donde los actores se divirtieron mucho y entusiasmaron a un público
rural que nunca había tenido la oportunidad de ver un espectáculo teatral.
Como ya tenían un
prestigio a nivel provincial organizaron la “Semana Teatral de Úbeda” en
el salón de actos del Instituto, a la cual invitaron a grupos de otras
localidades de la provincia y a grupos ocasionales que se iban formando en la
ciudad, algunos con la participación de miembros de Alberca, por ejemplo, Antonio
Sierra tenía que actuar en otra obra del Instituto también dirigida por Antonio Bueno.
Alberca iba a representar su dos
espectáculos empezaban la Semana con “El principito” y cerraban con “El retablo”. Cuando la primera
representación estaba preparada con los actores vestidos y el público en la
sala, se presentaron tres policías secretas
suspendiendo el acto y toda la Semana.
Los miembros del grupo demostraron su enfado marcando con
rotulador en todos los carteles de la
Semana la
inscripción “Suspendido por los de siempre”.
Entre
las inquietudes de la época se encontraban los temas de la psiquiatría y la
psicología. Y el grupo, permeable a todas las tendencias ambientales, organizó
para todos sus miembros unos llamados “Maratones
Psicológicos”, una terapia de grupo
coordinada por el Doctor Carlos
Castilla del Pino, un neurólogo y psiquiatra muy prestigioso de filiación
comunista, como algunos de los miembros del grupo. El maratón de casi tres días
de duración supuso la aparición de todos los fantasmas, envidias, piques,
conspiraciones y traiciones que todo grupo guarda en su interior. Por lo que
quedó algo de mal rollo entre algunos de sus miembros.
Aparte de la dispersión por servicio militar,
estudios en la universidad y trabajos que hizo que algunos se marcharan de
Úbeda. Los que se quedaron no lograron mantener el entusiasmo y el grupo se
disolvió con solo el bagaje de dos obras realizadas.
Escrito por: Cecilio Aguilera
Nieto.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo lo se porque no vivo ahí, pero sospecho que ahora se están haciendo muchas cosas interesantes en Úbeda. Los jóvenes actuales suelen ser muy creativos, como demuestran las redes sociales, y muy comprometidos, como demuestra movimientos como el 15M, además tienen más educación y más medios. La diferencia está en que todo lo que surgía en aquella época tenía el factor de la novedad y se hacía tanto para crear arte como para luchar con la dictadura. Y contra eso no se puede competir. También estaba nuestra percepción adolescente llena de entusiasmo juvenil.
EliminarEn cuanto a la Semana Santa, pienso que en Úbeda la vamos a tener siempre, forma parte de nuestra identidad aunque seamos ateos, pero también tiene su puntito alternativo, como LA BANDA DE LOS ROMANOS, que fue impulsada por dos artistas plásticos after-punk´-siniestros TRABAJOS NOCTURNOS (Blás Quesada y Jose Mari Crespo). O LA SOLEDAD, una virgen que baila, fundada por unos canteros masones que adoraban a María Magdalena (tesis del Código da Vinci) y que cuenta entre sus costaleros a nuestro mejor guitarrista de blues Agustín Cabrera.
Cada época tiene su afán
EliminarUna lástima que todas estas cosas estén desaparecidas en Úbeda a la vez que la semana santa bulle en su pleno apogeo¡¡¡ pasan ya doce años de la Odisea espacial y la ciudad se hunde en su más puro estilo palaciego y señorial. Los capillicas se han impuesto sobre el Grupo Alberca y la Asociación Aznaitín, han vencido al espíritu del Barella y el Chinarrale, y desterrado a los cantautores y a los rokeros. Ni siquiera nuestros buques insignia como Sabina o Antonio Muñoz Molina, son capaces de equilibrar una media razonable de sensatez, arte y buen gusto entre los cerros. ¡¡¡Ubeda Revolución¡¡¡
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